.
Vlad Tepes o El empalador, el personaje histórico que inspiró a Bram Stoker para crear a Drácula. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 19 de abril 2012. (RanchoNEWS).- «Strigoi, strigoi, strigoi...», susurraba hace hoy 100 años Bram Stoker. Podía ser fruto del delirio o tal vez sea una leyenda enriquecida por el paso del tiempo, pero el autor de Drácula falleció señalando –según atestiguaron sus amigos presentes– algo en un rincón de la habitación de la pensión londinense en la que pasó sus últimos días. Strigoi, en rumano, significa espíritu maligno. Una expresión final demasiado perfecta para ser pronunciada por el creador del mito moderno del vampirismo (algo parecido se cuenta de Bela Lugosi, el primer gran Drácula del cine, del que se decía paseaba por la residencia de ancianos buscando cuellos que chupar). Una nota de Gregorio Belinchón para El País:
El irlandés Bram Stoker (1847-1912) no será recordado como un gran escritor. Rodrigo Fresán, autor de prólogo a la edición de 2005 de Mondadori de la novela, comenta: «Stoker es muy mal escritor, un ejemplo clásico de creador flojo –no hay más que leerle en su inglés original– que de repente crea una obra genial». Enrique Vila-Matas apunta en esa dirección: «Seiscientas páginas y el conde sólo sale en unas quince. Al estilo de El corazón en las tinieblas, de Joseph Conrad, se crea un espectáculo alrededor de un personaje que aparece muy poco. Es más interesante y fascinante el ambiente que lo que ocurre. La narración conduce al personaje. En cambio, creó el vampiro moderno. Sólo por eso merece nuestro respeto». Gonzalo Suárez, escritor y cineasta que en diversas ocasiones ha indagado en el ser y el otro, en la criatura y su creador (Mi nombre es sombra, Remando al viento), reconoce que Stoker le aburre. «Empecé a leerlo y lo dejé. Obviamente forma parte de la literatura victoriana, que sí me atrae. Pero el libro no desarrolla un carácter ontológico, juega más con el sadismo y la sangre. Todos tenemos un monstruo en nuestro interior, pero creo que justo en mí no hay de esa especie», reconoce entre risas.
Entonces, ¿qué hizo bien Stoker? El escritor irlandés, criado entre libros y profesores privados por culpa de una enfermedad infantil, publicó muchos más cuentos, y ninguno tuvo la repercusión popular y artística de Drácula. «Claro –descifra Fresán– porque existen novelas influyentes, que por su calidad crea escuela de escritores y de obras, y novelas radioactivas, que enferman a otros, que infectan y producen mejores herederos. El éxito de Drácula radica en un personaje fascinante». Su misma construcción, a base de trozos de diarios y cartas entre los personajes, ralentiza la trama: «Es la novela en la que más se escribe y se lee. Pero, ¿cuándo van por el monstruo?», dice Fresán.
Bram Stoker publicó Drácula en 1897, y creó el personaje bebiendo de varias fuentes: primero, del personaje real de Vlad Draculea Vlad el Hijo del Demonio / Dragon, también conocido como Vlad Tepes el empalador; del actor Henry Irving, una estrella de la época, para el que Stoker trabajó durante 29 años como representante y secretario, y cuya enfermiza relación inspiró de lejos la película La sombra del actor; y de sus charlas con un extraño orientalista húngaro llamado Arminius Vámbéry con el que se entrevistó en diversas ocasiones (Vámbery también era muy imaginativo en sus leyendas sobre la Europa oriental, y su labia y su imaginación las engordaban a gusto del oyente que tenía en cada momento). Óscar Wilde dijo que Drácula era la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos. Arthur Conan Doyle tampoco escatimó elogios. «Es que es muy de la época victoriana», según Fresán, «es el triunfo del gótico, de un terror que crea personajes como Frankenstein, el doctor Jekyll y Mister Hyde...». ¿También puede ser la venganza de un hombre que se siente vampirizado por otro? «Como libro, efectivamente, es muy transparente, ya que son los años del advenimiento del psicoanálisis». El subconsciente de los autores sale a borbotones. «Fíjate en este Drácula, en Peter Pan, en Sherlock Holmes...». Gonzalo Suárez recalca en ese grandioso momento literario británico: «Me atrae mucho ese género. Dio unas obras de ficción fascinantes, a diferencia de la española, más realista».
La triste vida de Stoker, que arrastra a su familia detrás de Irving, que no recibe ningún dinero cuando fallece el actor, y que muere pobre víctima de la sífilis que había contraído yendo de prostitutas con Irving en París, se ha prolongado en el tiempo. Vila-Matas estuvo en Dublín alojado a pocos metros de la casa donde durante décadas vivió Stoker: «La primera vez vi una placa, que recordaba su estancia. El mismo Oscar Wilde, primer novio de Florence, posterior esposa de Stoker, vivía a pocas manzanas. Años después volví y en lugar de la casa había una clínica de cirugía estética. De la placa, ni rastro». «A mí me entristece la deriva actual del personaje», comenta Fresán. «Eso de que vayan al colegio los vampiritos de Crepúsculo...». Algo que nunca hubiera ocurrido en la novela original. Como dice el viejo conde: «Yo pertenezco a una familia muy antigua y me moriría muy pronto si me viese obligado a residir en una mansión moderna. No busco ni la alegría ni el júbilo, y menos aún la felicidad que obtienen los jóvenes por un bello día de sol y el murmullo del agua».
REGRESAR A LA REVISTA