Un silbato
es el tren que llega a Nínive por el lado norte.
No existe más ternura que la luz del crepúsculo sobre mi mano izquierda
y sin embargo
otra vez
solo.
Si no fuera por esta farola melancólica no existiría la lluvia
(Quién habrá de parar alguna vez la otra lluvia
esa que no moja y que río adentro se agazapa).
Se disuelve el azúcar de mis días en el café nocturno.
Alguien podría decirme por qué la noche.
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