La artista mexicana. (Foto: Cortesía Isolda Kahlo)M éxico, 23 de noviembre, 2007. (Leticia Sánchez/ Milenio).- Sobre la mesa yace un ejemplar maltratado, ya sin pasta, que ha guardado el olor del pasado y una historia que aún no se ha terminado de contar: la de Frida Kahlo, sobre todo de sus primeros años de vida.
Por más de un siglo, nadie había accedido al archivo que resguardaba la intimidad de la estirpe de las Kahlo, encabezada por la mamá de Frida, Matilde Calderón y González de Kahlo, y sus hermanas Matilde, Adriana y Cristina.
No se había revelado el misterio en torno a la vida familiar de Frida, porque su sobrina Isolda Kahlo, había decidido preservar estos pasajes desconocidos como un tesoro muy personal.
Su reacción, tal vez obedeció a que fue testigo de cómo se cultivó el mito de Frida Kahlo, la mujer pública, la artista, la luchadora social.
Todos dicen conocer la vida de Frida, aquellos instantes que formaron parte de su vida pública a raíz de que se casa con el afamado pintor Diego Rivera, pero nadie puede hablar con certeza sobre su niñez.
Lo que ahora muestra la familia, tras abrir el Archivo Isolda P. Kahlo, es un mundo desconocido de códigos, un universo al que sólo algunos privilegiados han tenido acceso, dice el historiador del arte, Luis Martín Lozano, quien es el primer investigador en hurgar en estos misterios inimaginables.
Las pilas de documentos preservados por la familia, constituyen un gran mapa de la historia de la artista mexicana, de sus hermanas y de sus padres, que a partir de este momento dejarán de ser una incógnita.
Dichos secretos que por años, permanecieron ocultos nos hablan de la intimidad de las Kahlo.
«Esto nos lleva a pensar que la gente que ha escrito biográficamente sobre la niñez de Frida, como Marta Zamora y Hayden Herrera, reconstruyeron estos pasajes a través de otras personas que la conocieron y no desde la perspectiva familiar».
Las cartas, los recados y los libros encontrados descubren que Frida además de ser una niña traviesa, inquieta y que disfrutaba de jugar, también era estudiosa, culta y formada en el rigor de una educación europea.
«Lo cierto es que esta información nunca había visto la luz. Por primera vez, fuera de la familia y de mí, como investigador, se muestra a un diario, al periódico MILENIO».
Este archivo es una veta de gran riqueza, pero más que la compilación de documentos lo que cuenta es la interpretación de los mismos que hace el historiador de arte, Luis Martín Lozano.
La firma inédita
El libro de geometría que permaneció por años en silencio en el archivo familiar, sale a la luz como depositario de una revelación: Frida Kahlo se sentía totalmente orgullosa de su vena alemana.
Su nombre lo escribía en lengua teutona. Frieda Kahlo fue la forma como decidió que la reconocieran en la Escuela Nacional Preparatoria.
Basta con hojear este volumen para ver la firma de Frida por todas partes, con lápiz y con pluma fuente.
«Todos lo hemos hecho alguna vez en la vida, la mayoría nos pusimos a firmar nuestros libros y nuestros cuadernos», dice Mara de Anda, sobrina nieta de Frida Kahlo, al tiempo que hojea con guantes en mano, este ejemplar del siglo pasado.
La interpretación que hace Luis Martín Lozano de este descubrimiento es que la artista mexicana mejor cotizada en el terreno del arte, se asume como alemana. Para el especialista esto es algo fascinante.
«No conocíamos esta firma, nosotros identificamos la firma del personaje público, de la pintora, de la artista, pero desconocíamos su firma original, que es a final de cuentas como su primera identidad».
Esa es la historia íntima, personal y primigenia de las Kahlo, que el investigador Luis Martín Lozano desea narrar, más allá de la idea sórdida de la mujer postrada y llena de dolor.
Todo lo descubierto dentro de este archivo –donde se conservan otros libros de estudio de Frida, entre ellos, con los que tomó clases de alemán–, se empezará a dar a conocer conforme se avance en la investigación y, una vez concluido el estudio de los documentos, todo quedará contenido en un libro.
Uno de los tesoros
El hecho de que el revelador libro de geometría esté maltratado sugiere que era un texto con el que Frida iba y venía todos los días. La fecha de 1929 nos dice que estudiaba ya en la Escuela Nacional Preparatoria, pero que tenía un interés por las ciencias exactas.
«Lo que nos dejó doña Isolda fue como los restos de un trasatlántico de lujo que intentaremos reconstruir, conscientes de que nunca vamos a saber qué jugaba o qué cantaba Frida al lado de
sus hermanas Mati, Kitty y Adri», subraya el investigador.
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