El filósofo español. (Foto: Archivo)M éxico, 7 de noviembre, 2007. (Jesús Alejo/ Milenio).- En los años mozos de Fernando Savater aún no se desarrollaban las tecnologías de manera tal que permitieran archivar cualquier suceso de la vida y, sin embargo, ya sentía ese interés por el teatro como un espectáculo vivo, donde cada escenificación se desarrolla a partir del azar, lo mismo que pasa con la vida misma.
«Vivimos una época en que todo tiene playback, se pueden repetir las cosas: lo vemos todo enlatado. El teatro conserva la gracia de que para bien o para mal, lo que ocurre ahí se da de una vez por todas. No hay dos representaciones iguales [...] Se trata de algo vivo y que está sujeto al fracaso y a la genialidad y al desastre».
La pasión del filósofo se conduce por la idea de que en el teatro se logra recuperar la emoción de lo vivo, de lo que es frágil y se puede estropear o ser inolvidable, convencimiento que lo ha llevado a combinar sus gustos y sus trabajos entre la filosofía y la dramaturgia, ya sea como actor en sus años universitarios, y después como autor o adaptador de diferentes obras.
Desde esa trinchera, el autor de Ética para Amador se encargó de actualizar una tragedia de Sófocles, la de Filoctetes, para ser estrenada a nivel mundial en México, con la intención clara de hacerlo en los últimos días del rectorado de Juan Ramón de la Fuente en la UNAM, bajo el título de Filoctetes. Un drama de amor y guerra, dirigida por la también española María Ruiz.
A decir de Fernando Savater, se trata de una obra que tiene vigencia, pero en un sentido diferente del término, pues en todas las épocas se ha podido representar la obra porque ha habido guerras, traiciones y personajes que sienten la llamada de la nobleza o la generosidad.
«A partir de la consideración de que se trata de una obra intemporal, que presenta problemas humanos —la guerra, la violencia, el engaño, la razón de Estado—, lo que hice fue hacer una versión limpia de aquellos sucesos de la época que podrían servir para la comprensión del ahora, sobre todo porque la obra está llena de alusiones a una mitología y a una historia que los espectadores de la Grecia clásica conocían perfectamente, pero que hoy sería confuso el mantener».
Un patrimonio contemporáneo
Filoctetes no es una verdadera tragedia, dice Fernando Savater, porque no hay muertes; se trata del drama de una persona que ve cómo cambia la gente a su alrededor: al estar sano todos lo quieren, pero al dar molestias a los demás lo abandonan. Un hombre que se da cuenta de que las más sagradas relaciones humanas son demasiado utilitarias.
«Se trata de una obra que, como todas las clásicas, nos sirve para entender y mirar las cosas que nos rodean, ésa es la función de los clásicos: ayudarnos a tener una mirada que nos enlace con el pasado y, a su vez, nos permita entender el presente y prevenir el futuro», señaló Savater.
Para el filósofo, esta tragedia de Sófocles tiene una trascendencia especial, porque se trata de una obra especialmente sutil: no hay sangre y muerte, si no ocurre en el interior de las personas.
«Acercarse a Sófocles siempre es un riesgo: se trata de un autor extraordinario y la pieza es una joya de la cultura universal, le tiemblan a uno las manos el manejarla. Pero uno lo hace desde la seguridad de que ése es nuestro patrimonio: a los clásicos no hay que simplemente adorarlos, sino usarlos para dinamizar nuestra vida, para entender mejor nuestras complejidades. A Sófocles se les es más fiel traicionándolo, jugando con él, que teniéndolo sólo para uso de filólogos o de eruditos».
Bajo la dirección de la directora española María Ruiz, Filoctetes. Un drama de amor y guerra se presentará en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario: del miércoles 7 al viernes 9 de noviembre con función a las 20:00 horas, sábado 10 a las 19:00 horas y domingo 11 de noviembre a las 18:00 horas.
Montada casi por internet
El proyecto inicial del montaje de Filoctetes. Un drama de amor y guerra, consistía en ensayar la obra en España y luego traerla a la Ciudad de México, pero como resultaba «extraordinariamente caro», María Ruiz se puso en contacto con autoridades culturales de la UNAM para dividir las responsabilidades.
«Antonio Crestani —director del Centro Universitario de Teatro (CUT)— se encargó de la producción, tan sólo con los comentarios a través de Internet, y todo lo que tenga de bueno la representación se debe a él», cuenta la directora de la puesta, quien recuerda que la idea de montar la pieza de Sófocles surgió hace un par de años.
La colaboración entre María Ruiz y Fernando Savater en el ámbito teatral tiene algunos años de historia: en 1983 montaron Vente a Sinapia, casi una década después Guerrero en casa y en los últimos años la relación se hizo más estrecha con Último desembarco, Catón, un republicano contra el César y El retrato de Dorian Grey.
«Trabajar con Fernando no es tan difícil, se comporta como si fuera un autor muerto, que no se mete. Cuando cautamente le digo que corté algo, se ríe porque dice que soy minimalista y que cada vez que encuentro un chiste genial, se lo corto», recuerda la directora.
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