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I-28, 1953, de Juan Melé; óleo sobre tela, 55,3 x 65,7 cm. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de abril 2012. (RanchoNEWS).- El jueves murió a los 88 años Juan Melé, artista de las vanguardias de los ’40 que en 2005 ganó el Gran Premio del Salón Nacional. Un recuerdo del maestro en este relato de su encuentro con Georges Vantongerloo en 1951, publicado por primera vez en el libro Melé, de Gabriela Siracusano. con selección documental de María Amalia García (Fundación Nuevo Mundo, 2005). Tomado de Página/12:
El taller de Georges Vantongerloo, «peintre, sculpteur», como señala una chapa sobre su puerta, se encuentra en el nº 7 del impasse Rouet, en el populoso quartier du XIV, a pocas cuadras del Métro Alésia. Vantongerloo aparece como un hombre sencillo y espontáneo, que hace al hablar movimientos un tanto graciosos. Viste hoy camisa y pantalón de lana azul. Su rostro es muy expresivo y se transforma de tal manera que por momentos creemos estar delante de un actor. Sin embargo es un hombre que adivinamos muy sincero. De todos sus gestos emana una gran simpatía.
Como resulta frecuente en París, su taller es magnífico. Está abarrotado de cuadros, esculturas y objetos espaciales. En sus pinturas no se ven pinceladas ni trazos inconclusos, lo que da a sus cuadros una impresión de perfección absoluta, de eternidad.
Los fondos de sus cuadros son de un blanco impecable, logrado a través de múltiples y finísimas capas de pintura, pacientemente pulidas con lijas de agua. Los colores son puros y vibrantes. Sobre algunos se ha pasado un rodillo para tener una superficie lisa y pareja.
Mientras me muestra sus obras una a una, Vantongerloo me habla continuamente de sus teorías. En arte –dice– lo valedero no es hacer las cosas nuevas que ya han hecho otros artistas, sino seguir haciendo cosas nuevas. Además no se trata solamente de hacer arte abstracto sino de expresar algo, de encerrar contenido. En arte no debe de haber ni reglas, ni dogmas, ni prohibiciones. El artista es un trabajador libre y debe hacer aquello que siente, así como también lo que pueda sugerirle el material que usa, aunque siempre con un sentido racional. De este modo el artista no cederá nunca ante la fantasía o el capricho.
Para ofrecer un ejemplo de cómo los distintos materiales pueden sugerir ideas al artista, toma un objeto de alambre que se retuerce en curvas armónicas y nos cuenta la anécdota siguiente: «Durante la ocupación alemana escaseaban como es lógico los materiales, sobre todo si se trataba de metales. Sentí deseos de realizar un objeto de alambre y al ir por él me exigieron un permiso especial de compra. Tuve entonces que pasar por innumerables trámites, antes de conseguir ese permiso. El empleado, curioso de que un escultor necesitara ese tipo de alambre para hacer esculturas, comenzó a preguntarme sobre "un arte tan extraño" y concluyó la cuestión con la frase "eso no sería arte". Entonces le pregunté yo: "¿Usted sabe qué es el arte? Yo hace treinta años que lo hago y todavía no sé lo que es el arte?". A pesar de todas las dificultades conseguí el permiso, pero en vez de los dos o tres metros que necesitaba me obligaron a llevar el rollo entero. Ya con el material en mi taller, hice el objeto pensado. Todo el sobrante me sugirió gran cantidad de ideas, y con ellas realicé una serie de objetos nuevos que de otro modo tal vez nunca hubiera hecho».
Así nacieron esos conocidos objetos de alambre en espiral que comúnmente tienen en su centro ya una esfera o una forma ovoidal. En otros de mayor tamaño intercaló Vantongerloo pequeñas bolas de colores, como también planchas de material plástico retorcido. Tanto en estos objetos como en las pinturas dice ‘querer recorrer el espacio infinito’. Para ello toma un punto y lo imagina recorriendo –sobre la superficie blanca o el alambre– el espacio, sin importarle la forma que describa, ‘siempre será un recorrido espacial’ que naturalmente él guiará dentro de un trazado regulador. Dentro de este tipo de pintura tiene un cuadro donde una línea en espiral cambia cada dos o tres centímetros de color (rojo, amarillo, azul, etc.). En otro caso dibuja un cuerpo sólido y señala linealmente el recorrido que pudo haber descripto en el espacio.
Como vemos en estas obras, Vantongerloo avanza más y más hacia un arte espacial, no limitándose sólo a representarlo en la superficie del cuadro sino llegando también hasta el mismo objeto espacial. Sin embargo no es partidario del objeto móvil. No acepta por ejemplo el empleo de fuerza motriz, pues la obra debe bastarse a sí misma y el movimiento debe ser creado por el propio espectador, que debe girar en torno de la obra para lograr su apreciación.
Con la intención de conocer su opinión sobre algunos artistas modernos le pregunté qué pensaba de Gabo. «En un principio creí en él, pero luego caí en la cuenta de que copiaba a Malevich y que por lo tanto no tenía nada de original. Carecía de todo valor ya que en el arte abstracto o concreto el primer postulado debe ser el de la invención del hecho plástico. Las obras de Gabo las encuentro lindas, pero no profundas. Me interesa más su hermano Pevsner». Me dice luego: «Creo que Moholy-Nagy es también superficial y comercial; sus obras no me parecen muy serias.» De Kandinsky piensa que «es un gran artista, aunque quizás nunca fue un pintor abstracto. Es, sin embargo, agrega, un artista de calidad y debe respetárselo como su obra merece». De Mondrian, Van Doesburg, Arp y Domela, habla con muy poca simpatía, inspirado tal vez por resentimientos personales. De Picasso piensa que hace obras caprichosas, pero que en el fondo es un gran artista.
Frente al desarrollo del arte moderno, con más precisión del arte no figurativo, la labor de Georges Vantongerloo se nos aparece como la más seria y consecuente con los postulados del arte concreto. En general la gran mayoría de los pintores abstractos se han inclinado hacia la labor expresionista y automatista, y pocos como él supieron gobernarse –a veces muy solo, muy aislado– con los principios racionales y científicos que desde hace medio siglo viene proponiendo la estética moderna.
Vantongerloo gesticula y habla con una vitalidad tan grande que nos admira saber que tiene ya sesenta y cuatro años. Esta edad no le impide trabajar con el entusiasmo de un joven, ni de tener una fe absoluta en su arte. «El público nos va comprendiendo poco a poco –nos dice– y cada vez es más grande la cantidad de pintores abstractos».
Realmente en el taller del impasse Rouet, Vantongerloo ha vivido una extraordinaria labor creadora. Podemos decir que en él se conserva uno de los materiales más importantes del Arte Concreto. Es de lamentar que a causa de una serie de experiencias personales dolorosas este artista se encuentre aislado y su obra por eso mismo es desconocida para la gran mayoría de los jóvenes. Sin embargo, no es un escéptico y su fe en el arte concreto es muy grande, como también sus esperanzas en las nuevas generaciones de artistas.
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