Francis Ford Coppola presenta «Megalópolis» en Cannes. (Foto: Christophe Simon / AFP)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 17 de mayo de 2024. (RanchoNEWS).- No hay urgencia en el pensamiento que pueda lidiar con un proyecto de vida como el de Megalópolis. Aspiramos a rumiar algunas impresiones para desenredar el desconcierto que inevitablemente genera una película kamikaze de estas dimensiones, al compás de su naturaleza desquiciada y profundamente irregular, fantasmagóricamente ambiciosa y demencial como solo puede serlo la persecución de una utopía, reporta Carlos Reviriego en El Cultural.
Francis Ford Coppola es un alquimista de la epopeya, un ferviente y apasionado creador cuya fe en sí mismo está hecha a prueba de su propia ruina financiera, como le ha pasado una y otra vez en su carrera.
De su bolsillo esta vez han salido, dicen, los 120 millones que atan y desatan las imposibles búsquedas del filme, que en su primera hora, impenetrable, nos reta y exige comprensión, incluso esperanza, pues nos mantiene tan descolocados que el espectador impaciente abandonará por aburrimiento y hasta por vergüenza, especialmente una carrera de cuádrigas cuyo diseño de producción enrojece o despierta tanta ternura como los cortes de pelo a la romana que exhiben Adam Driver, Jon Voight y hasta Dustin Hoffman.