Rancho Las Voces: Textos / Rubén Amón: «No nos engañemos, seguimos siendo tribales y primitivos»

sábado, julio 19, 2025

Textos / Rubén Amón: «No nos engañemos, seguimos siendo tribales y primitivos»

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Portada de «Las reglas del juego». (Foto: RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. 18 de julio de 2025. (RanchoNEWS).- Qué mal le ha sentado al hombre moderno creerse moderno. Qué desorientado anda el Homo sapiens cuando se mira en el espejo con traje de ejecutivo, viaja en Tesla y desayuna quinoa convencido de haber vencido al bárbaro que un día fue. Y qué oportuno resulta, medio siglo después, el diagnóstico de José Antonio Jáuregui (1941-2005), que se atrevió a desenmascarar la civilización occidental desde sus propias entrañas. No como un apocalíptico, sino como un etnógrafo cuyas experiencias en Sudán o en Oxford le permitieron descubrir que la tribu seguía aquí. Vestida de traje, votando en el Parlamento, agitando banderas o cantando goles como quien invoca a una divinidad sagrada..

Las reglas del juego (Editorial Funambulista) no es sólo un tratado de antropología. Es un mapa del alma humana. Un manual de instrucciones para entender por qué nos odiamos, por qué nos reconocemos, por qué nos matamos y por qué, a veces, también somos capaces de explorar la faceta hermosa y creativ de ese mismo instinto. Lo escribió Jáuregui en 1977, pero podría haberlo firmado esta misma mañana un reportero enviado al Donbás, a Gaza, a Pamplona en Sanfermines o a las calles incendiadas de Torre Pacheco. Porque lo que explica no es la historia, sino el humus del que brota: la tribalidad, ese impulso biológico, social y emocional que nos empuja a diferenciarnos, a alinearnos, a enfrentarnos y a exclamar que «los nuestros» son los mejores.

El libro reaparece en 2025 como quien rescata una caja negra de un avión estrellado. Y no sólo por su vigencia. También por su lucidez. Por su lenguaje ágil, socarrón, casi periodístico. Por su capacidad para traducir la abstracción teórica en chistes, en canciones populares, en anécdotas hilarantes o trágicas que él mismo había cultivado en su espacio divulgativo de TVE. ¿Qué es el Homo tribalis? No es un salvaje disfrazado de civilizado. Es el ciudadano posmoderno que se cree libre pero sigue obedeciendo a los instintos de pertenencia más primitivos. Es el sujeto que se define más por lo que defiende que por lo que piensa. Que ama su tierra como se ama a una madre, sin necesidad de razones. Que se ofende cuando insultan su idioma, su acento o su bandera, aunque nunca haya leído la Constitución. El Homo tribalis no razona su identidad: la siente. No necesita justificar sus afectos ni sus aversiones, porque actúa como si su tribu fuera la prolongación de su cuerpo. Es el ser humano que, debajo del chandal o de la toga, conserva el tatuaje invisible de los suyos, dispuesto a morir –y a matar– por él.