Paul Cézanne: La montaña Sainte-Victoire, 1886-87 (detalle). (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de julio de 2016. (RanchoNEWS).- Pensar en obras maestras del arte lleva a pensar en Van Gogh, Picasso, Cézanne o Monet, los autores de algunos de los cuadros más importantes y célebres del mundo. A ellos hay que sumar otro nombre que no pertenece a un artista, pero cuyo trabajo ha sido fundamental para la difusión del arte: Duncan Phillips, fundador de la Phillips Collection. Con motivo de su 95 aniversario, llegan a Madrid parte de los tesoros de este museo en una exposición titulada Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection, que se puede visitar hasta el 23 de octubre CaixaForum. Sergio Jiménez Foronda reporta para El Cultural.
Tras pasar por el Palazzo delle Esposizioni de Roma y CaixaForum Barcelona, 60 obras de 44 artistas europeos y americanos concluyen su viaje desde Washington con una última parada en la capital española. «Un paseo imprescindible por la historia de la cultura y del arte moderno y de vanguardia de los últimos 175 años», afirma la directora general adjunta de la Fundación «la Caixa», Elisa Durán. En este periodo se inauguró la Phillips Collection, en concreto, en 1921, convirtiéndose en el primer museo de arte moderno de Estados Unidos. No es de extrañar que Madrid sea una de las únicas tres ciudades en las que podrá verse la muestra, ya que, como explica su comisaria, Susan Behrends, Phillips viajó de joven a la capital y visitó el Museo del Prado, lo que supuso una «experiencia transformadora para él».
El director de Iniciativas Especiales de la Phillips Collection, Joseph Holbach, aconseja a cada visitante que «se tome un momento frente a cada obra y disfrute de un instante personal de descubrimiento». Una experiencia que se divide en seis salas temáticas, que Behrends define como «seis conversaciones plásticas muy íntimas», que siguen un orden cronológico, desde la obra más 'mayor', la Vista del lago de Nemi (Antoine-Félix Boisselier, 1811), hasta la más 'joven', La lección (Philip Guston, 1975). Para pasar de una a otra, el visitante tiene que parar en cada uno de los ámbitos en un viaje que «refleja la visión personal de un verdadero apasionado del arte de su época que mantenía un diálogo con los artistas», afirma la comisaria.
En la primera sala, bautizada con el nombre de Clasicismo, romanticismo y realismo se encuentra La pequeña bañista (Jean-Auguste-Dominique Ingres, 1780-1867) que parece darle la espalda al visitante, pero que en realidad se la da a Caballos saliendo del mar (Eugéne Delacroix, 1860), puesto que ambos artistas chocaban entre sí como representantes del clasicismo y el romanticismo respectivamente. Dos movimientos artísticos para los que el realismo sirvió de antídoto con obras como Peñas de Mouthier (Gustave Courbet, 185), la de mayor tamaño de la sala, junto con la de Honoré Daumier, El levantamiento (1848). Este último no obtuvo el reconocimiento en su época que Phillips creía que debió tener, y consideraba esta pintura (la más grande del artista en Norteamérica) la obra maestra de su colección, apunta Behrends.
Wassily Kandinsky: Otoño II, 1912 (detalle)
El siguiente espacio está dedicado al Impresionismo y posimpresionismo, movimientos con los que comienzan a haber cambios en el paisaje, como los de Vincent Van Gogh en Cada en Auvers (1890) y Claude Monet en El camino de Vétheuil (1879), con el que el artista inicia una serie de ideas que acabarían siendo su trabajo, como las series que captan un mismo paisaje en distintas horas del día y estaciones (en este caso, otoño), espacios sin figuras ni signos de vida humana. Esto último es opuesto al Autorretrato (1878-80) de Cézanne, el primero del artista en un museo americano, cuya obra era considerada demasiado avant-garde, según la comisaria de la muestra.
Con París y el cubismo, la exposición entra de lleno en el siglo XX, empezando por uno de sus artistas más célebres: Pablo Picasso, del que la colección posee un total de cinco obras, tres incluidas en esta exposición, como la que preside la sala, Mujer con sombrero verde (1939). Ésta parece un visitante más por sus expresivos ojos, que desvían la mirada de Naturaleza muerta con uvas y clarinete (1927), firmada por el otro creador del cubismo, Georges Braque. La Phillips Collection fue el primer museo americano en adquirir el trabajo de este artista.
Otro Braque, titulado El filodendro (1952), una naturaleza muerta de estructura diferente a la anterior, lleva al visitante a la siguiente sala: Intimismo y arte moderno. Dicha obra contrasta con la expresividad de Interior con cortina egipcia (Henri Matisse, 1948), a cuyo autor Phillips consideraba «decorativo y colorido», afirma Behrends. A ellos se une La Riviera (1923) de Pierre Bonnard, un artista que, en su momento, no interesaba a otros museos.
La relación emocional individual del artista ante el mundo toma protagonismo en Naturaleza y expresionismo. Éste ámbito incluye a uno de los principales exponentes de esta corriente, Wasilly Kandinsky, considerado el creador de las primeras pinturas completamente abstractas antes de la Primera Guerra Mundial, está presente con Otoño II (1912). También se puede ver Courmayeur y las cumbres de los Gigantes (1927), de Oskar Kokoschka, un artista que acabaría haciéndose amigo personal de Phillips.
Por último, la exposición llega a mediados del siglo XX con Expresionismo abstracto, donde se refleja el interés de Phillips por la pintura posterior a la Segunda Guerra Mundial. Adquirió la obra de Maria Helena Vieira Da Silva titulada Caballetes (1960) durante una retrospectiva que organizó de la misma en su museo. Una fórmula que a veces se invertía, siendo los propios artistas los que llamaban a su puerta, explica Behrends. La comisaria también destaca que la Phillips Collection era un museo al que los artistas de la época iban a ver a sus contemporáneos. Entre ellos se encontraba Morris Louis, cuyo Número 182 (1961) cuelga ahora de las paredes de la fundación tras haber sido creado en el comedor del artista.
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