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jueves, julio 14, 2016

Artes Plásticas / México: El Museo de San Carlos aloja la muestra «Charles Michel: postimpresionista belga en México»

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Mujer indígena, de Charles Michel, lienzo incluido en la exposición que mañana se inaugura en el histórico edificio de Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera. Reúne unas 160 obras: óleos, esculturas, dibujos, grabados, fotografías, cartas, cuadernos y objetos que recrean su estudio. (Foto: Cortesía del museo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de julio de 2016. (RanchoNEWS).- Las obras del pintor Charles Michel (Bélgica, 1874-México, 1967) no sólo son las de un hombre feliz, sino las de un artista polifacético, de enorme destreza en su paleta, espléndido retratista, que creó parte de esos trabajos en México, subyugado por la luz, el color y las formas de este país. Mónica Mateos-Vega reporta para Excélsior.

Así presentó la directora del Museo Nacional de San Carlos, Carmen Gaitán, al protagonista de la exposición Charles Michel: postimpresionista belga en México, que mañana se inaugura en ese recinto.

Es un descubrimiento, un acto de justicia, añadió la funcionaria, pues es la primera vez que un museo público en el país muestra una colección tan completa dedicada a un artista de talento excepcional.

En 1922 Charles Michel llegó a México, invitado por el entonces titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Alberto J. Pani; el pintor quedó tan encantado con el país que decidió permanecer un año para recorrerlo y pintar sus paisajes y su gente. De regreso a Bélgica, Michel deslumbró con sus obras al público y la crítica europea, que de inmediato lo apodó El Mexicano.

En la corriente de la libertad

Charles Michel abordó el impresionismo, el postimpresionismo, pero cuando le preguntaban cuál era su estilo o a qué escuela pictórica pertenecía respondía que, simplemente, formaba parte de la corriente de la libertad. Así, rompió esquemas de su tiempo y plasmó naturalezas muertas sólo de objetos, o mujeres indígenas rodeadas de los colores sobrios y fríos de la pintura europea.

«No comprendo por qué los pintores mexicanos de la época, como el Dr Atl, no lo encumbraron más; quizá había un poco de celos. Por eso hoy rendimos este homenaje a Charles Michel, un tipo que hizo un recorrido por varias temáticas, que trabajó de manera permanente.

«También coleccionaba miniaturas; aquí presentamos un barco que él hizo. Toda su obra es reflejo de su amor por el arte», explicó Gaitán.

La exposición reúne unas 160 obras: óleos, esculturas, dibujos, grabados, fotografías, cartas, cuadernos y objetos que recrean el estudio del pintor. Muchas provienen de coleccionistas privados; al Museo Nacional de San Carlos (Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera) sólo le pertenecen dos pinturas: Morena hilando, retrato de quien se cree fue su primera esposa, y el bodegón Las lacas.

«Charles Michel tiene una factura de primer orden; era un artista disciplinado que se entregó a su vocación, un hombre feliz, lo cual se nota en toda la gama de sus óleos, acuarelas, pasteles y dibujos. Es un maestro al que da gusto poner al alcance del público en esta exposición, que nos llevó más de año y medio concretar.

«Para sorpresa nuestra descubrimos que había mucha obra de él en México, en manos de personas cuyos abuelos la compraron directamente al artista, que merecía haber sido más reseñado en su época y haber estado en el concierto de la pintura moderna mexicana. La vocación del Museo de Nacional de San Carlos también es didáctica, sobre todo respecto de la pintura europea; por eso nos enorgullece mucho presentar este descubrimiento», continuó la directora.

Michel se formó en la Academia Real de su ciudad natal y en la Academia Real de París, donde fue alumno de Benjamin Constant, de quien aprendió el gusto por los temas orientales y exóticos, ello explica que en la exposición esté un cuadro en el que se aprecia un paisaje de las montañas del norte de México, con un grupo de samuráis caminando entre ellas.

También conocido como el pintor viajero, Michel recorrió México cargando lienzos y pinceles, deteniéndose el tiempo que fuera necesario ante la escena o paisaje que lo enamoraba. Resultado de ello son sus cuadros de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhualt, las flores de Morelos, o patos, ranas, mariposas, mapaches y gatos que pintaba a los hijos de sus anfitriones y amigos mexicanos.

«Es fascinante ver cómo con su mirada europea logró captar la belleza mexicana y plasmarla en paisajes fantásticos que nos remiten en parte a José María Velasco y en parte a Edouard Manet», concluyó Gaitán.


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