sacar eternidad de las ramas bajas
que protegen la mesa donde luces y sombras
juegan, en mi página blanca de esta mañana.
En torno a esos dos árboles primero la hierba,
y luego la casa, y el tiempo, y el día de mañana
para abrir al olvido, que ya disipa
esos frutos de ayer caídos junto a la mesa.
El allí está lejos. Sin embargo, es sobre todo
el aquí y el ahora lo que resulta inaccesible.
más sencillo es entrar en el porvenir.
Con, para dentro de poco, algo
de ese fruto maduro, por la gracia del cual
el verde se tiñe de azul en la noche de la hierba.
Versión de A. G. Ruiz
REGRESAR A LA REVISTA