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El historiador norteamericano publica Religiones vecinas (Crítica), un estudio sobre las relaciones históricas entre el Cristianismo, el Islam y el Judaísmo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de julio de 2016. (RanchoNEWS).- David Nirenberg es catedrático de Historia Medieval y Pensamiento Social de la Universidad de Chicago y también experto en historia de la Edad Media de España. Estos días presenta en nuestro país Religiones vecinas (Crítica), su denso estudio sobre las relaciones entre Cristianismo, Islam y Judaísmo, desde la Edad Media hasta hoy. Nirenberg es también un acreditado estudioso de la historia del antisemitismo, como demostró en el fundamental Anti-Judaism: The Western Tradition, aún sin traducción castellana. Allí defendía una separación entre «antijudaísmo» y «antisemitismo», palabra, esta última, a la que no le encuentra demasiado sentido ya. En 2001 publicó aquí Comunidades en violencia (Península). Hijo de argentinos, pero criado en Estados Unidos, comenzó Biología, pero la abandonó al descubrir los archivos de la Corona de Aragón, «un mundo único», dice, que le animó a dedicar su vida al estudio de las lenguas románicas, de la Edad Media y de las religiones. Alberto Gordo lo entrevista para El Cultural.
Se estudia el caso español cuando se indaga en los orígenes de la raza y el racismo. Se estudia, por un lado, porque aquí convivieron las tres religiones del libro más o menos en paz, pero también porque hubo un origen de ese rechazo entre religiones. ¿Son ciertas ambas ideas?
Convivir significa vivir en paz y también rechazarse. Decir que convivir es solo positivo es un error básico de muchos medievalistas al estudiar el caso español. Toda convivencia entre grupos religiosos es ambivalente. En la península ibérica hubo una convivencia muy profunda y muy rica y también se generó un gran rechazo entre grupos religiosos.
¿No habido, entonces, periodos de mayor conflictividad, sino que la conflictividad y el rechazo son consustanciales desde la Edad Media a la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos?
Sí. Podríamos desarrollar, a un nivel de filosofía de la historia, alguna manera de medir niveles de violencia por épocas, pero eso no nos aclararía gran cosa. En la España medieval había niveles de violencia muy elevados, pero esa violencia también posibilitaba la coexistencia. No se puede separar convivencia y violencia al hablar de aquellas sociedades. Porque había violencia se podía tolerar al otro. Porque cada Semana Santa se tenía la oportunidad de tirar piedras contra los judíos, el resto del año se los podía tolerar. Porque se podía linchar a un musulmán cuando se acostaba con una prostituta cristiana, se le podía tolerar en el día a día.
Es crítico con la fracasada «alianza de civilizaciones», pero dice que los partidarios del «choque de civilizaciones» están igual de desorientados. ¿Forman ambas visiones parte de la misma simplificación?
Sí, y de una peligrosa fantasía, que es pensar que podemos purificar la esencia de nuestras relaciones. Se simplifica al decir que «todos somos uno» y también al decir que los cristianos somos los buenos y los musulmanes son los intolerantes. También simplifica, claro, el musulmán que dice que solo bajo el Islam es posible la coexistencia.
El papa Benedicto XVI participaba de esa dialéctica de la exclusión, y usted lo ilustra en su libro con un discurso muy polémico en el que contraponía «islam» y «razón». ¿Ha cambiado el actual Papa su discurso con respecto a otras religiones?
No lo he estudiado con cuidado, así que será mejor que no opine demasiado. Si puedo decir que le he oído decir algunas cosas a mi juicio incorrectas, como que la pobreza causa la violencia en el seno del islam. No es verdad. Ciertamente, la pobreza y el colonialismo tienen un rol, pero también lo tienen la ideología y las creencias. Así que yo sospecho que lamentablemente este Papa también es víctima de este tipo de simplificaciones.
También es habitual culpar a Occidente de lo que ocurre en Oriente Medio. ¿Es otra simplificación?
Sí, claro. Occidente no tiene la culpa. Lo que ocurre se debe a un cúmulo de factores muy complejo que tiene que ver con las culturas locales, las culturas políticas, las culturas religiosas y las posibilidades geoeconómicas de esos países. Esa tendencia de culpar a Occidente o al Islam es peligroso porque bloquea la posibilidad de comprender la situación en toda su complejidad.
¿Qué debe hacer un país occidental ante la llegada masiva de inmigrantes musulmanes?
Bueno, es una pregunta difícil. En primer lugar, esas emigraciones masivas provocan impulsos muy contradictorios en Occidente. Uno es insistir en que hay que acoger, en que hay que respetar los derechos humanos. Es el «Refugees welcome» del Ayuntamiento de Barcelona. El otro es ese impulso tan típico de Europa occidental de decir que los que vienen son una amenaza para nuestros valores más básicos, que son cristianos y europeos (muchas veces lo cristiano y lo europeo se utilizan como sinónimos). No es fácil la integración porque es algo relacionado con nuestros valores básicos. Es curioso que en EE. UU, en América Latina o en Canadá el islam se haya integrado sin problemas. En Estados Unidos la población musulmana es grande y está creciendo mucho. Es un país que ha pasado 15 años en guerra contra ciertos países islámicos y que está bajo una fuerte amenaza de terrorismo y, sin embargo, la violencia contra los musulmanes es mucho menor (diez veces menor, anualmente) que contra los judíos. Esto ocurre en Estados Unidos a pesar de que ciertos políticos, como Trump, intentan agitar el rechazo al islam.
¿Está Europa más vacunada que Estados Unidos contra el antisemitismo?
No lo creo. En Europa sigue habiendo ataques antijudíos y son mucho más violentos que los de Estados Unidos. En EE.UU. no hay asesinatos de judíos como los que ha habido en Francia o Bélgica en la última década. Y no hay violencia física como la que ha habido en algunas ciudades de Inglaterra. Suelen ser ataques contra sinagogas, comercios...
Sobre el origen del antisemitismo moderno usted cita dos teorías: la de aquellos que lo explican remontándose a la Edad Media y la de aquellos que lo consideran «un producto específico y contingente de la intersección entre capitalismo, imperialismo y ciencia posterior a la Ilustración». ¿Usted de qué opinión es? ¿Dónde está la raíz del antisemitismo moderno?
¡Creo que podría responder en unas 700 páginas! Pero voy a intentar resumir. El antisemitismo es fruto de un antijudaísmo muy útil al cristianismo y al islam. Eso es lo que lo hace tan potente. El antijudaísmo no es la actitud hacia un grupo de judíos que viven en tu pueblo. Es un discurso que a los cristianos y los musulmanes les ha servido durante siglos para dar sentido al mundo. Está en la base de su pensamiento. San Pablo le reprocha a San Pedro que obligue a los gentiles a «judaizar». Ese «judaizar» se convirtió desde entonces en un arma muy potente para atacar cualquier cosa, y no solo a quien tiene excesivos deseos materiales, que también. Ni siquiera hacía falta que hubiera judíos. Entre Gibraltar y Frankfurt no hubo apenas judíos entre 1500 y 1750, pero entonces comenzaron a entrar desde Europa del este y algunas zonas de África. Los europeos empezaron entonces a aplicar ideas que tenían asumidas a gente real, concreta. Y desarrollaron una manera de entender al judío mucho más racial. El antijudaísmo general, anterior a la llegada de los judíos, se mantenía. Hitler utilizó el antisemitismo para eliminar a muchos judíos pero también utilizó el antijudaísmo para combatir a muchos otros de sus enemigos: cristianos, marxistas, otros alemanes. Los acusaba de judaizantes. En resumen: el antisemitismo es el producto de un sistema de pensamiento basado en el antijudaísmo, muy central en las culturas cristiana y musulmana, que se encontró con una población nueva de judíos que entraron en Europa en el periodo moderno.
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