en el remolino ora claro, ora sombrío,
su imagen se quiebra, como si ya no tuviera
las fuerzas para retener.
¿Y esa otra, en un espejo? Se acerca
a la tuya, que va hacia ella,
sus dedos se tocan
o casi, pero en la pequeñez de esa distancia
se abre el abismo entre ser y apariencia.
Esos dedos, al menos, que conmueven cuerdas.
¿Otra mano va a subir, del fondo del sonido,
a tomarlos entre los suyos, para guiarlos?
Pero, ¿hacia qué? No sé si es amor
o espejismo, y nada más que sueño, la palabra
que no tiene sino agua o espejo, o sonido,
para tratar de ser.
Versión de A. G. Ruiz
REGRESAR A LA REVISTA